Su habitación, una habitación humana propiamente dicha aunque un poco pequeña, yacía pacíficamente entre sus cuatro paredes familiares. Sobre la mesa había una colección de muestras textiles (Samsa era viajante de comercio) y encima colgaba un cuadro que había recortado recientemente de una revista ilustrada y colocado en un bonito marco dorado. Mostraba a una señora con un sombrero de piel y una boa de piel, sentada erguida, levantando hacia el espectador un pesado manguito de piel que cubría todo el antebrazo. Gregor se volvió entonces para mirar por la ventana el tiempo sombrío. Gotas